El
palacio veneciano de Congreso
Inaugurado hace 83 años en Rivadavia al 1700, es sede
de la Auditoría General de la Nación.
Frente
al edificio no hay canales ni pasa ningún vaporetto,
pero igual que en los barcos colectivos de Venecia, varias
líneas de micros llevan pasajeros en forma permanente.
También, como en la Piazza San Marco, hay muchas palomas.
La construcción tiene diez pisos y podría integrar
la rica imagen del paisaje de esa ciudad italiana, pero está
en la avenida Rivadavia, frente a la Plaza del Congreso, y
es porteña como el Obelisco.
Inaugurado
en agosto de 1927, el edificio fue construido como sede del
Instituto Biológico Argentino, una institución
creada por idea del prestigioso médico bacteriológico
Silvio Dessy y que funcionaba desde 1911. El terreno se compró
en 1923 y costó un millón y medio de pesos.
Al año siguiente, empezaron las obras.
Declarado
Monumento Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, fue
diseñado por el arquitecto italiano Atilio Locatti,
del que casi no hay datos biográficos. Desde fines
de la década de 1940 el edificio pertenece al Estado
(en 1949 empezó a funcionar allí el Instituto
Nacional de Previsión Social) y en 1997, tras servir
para otras dependencias, fue adjudicado como sede a la Auditoría
General de la Nación. Hoy está en restauración.
Con
una fachada de estilo neoveneciano, la construcción
se hizo a la usanza de los grandes palacios renacentistas
vénetos: cimientos; planta baja y primer nivel; desarrollo
y coronamiento. La idea era darle un uso mixto: desde el subsuelo
hasta el segundo nivel, para desarrollar la actividad científica;
en los siete pisos restantes, departamentos para alquilar.
Por
eso en el subsuelo estaban las calderas, depósitos,
tanques y cámaras refrigeradoras. En la planta baja
se destacaban tres portones con paredes y pisos de mármol
y cielorrasos decorados. Toda la carpintería es de
hierro y revestida con láminas de bronce. Un detalle:
el ascensor es una cabina de hierro forjado, forrada en madera
de roble previamente tallada. En el primer piso estaba la
dirección y administración y en el segundo,
todo lo relacionado con los gabinetes y laboratorios científicos.
Pero
lo que más llama la atención del edificio y
lo hace especial es su coronamiento: el monumental reloj que
integra un conjunto escultórico de más de cuatro
toneladas, instalado allí en 1926. Es un reloj diseñado
especialmente por la histórica empresa Fratelli Miroglio,
de Turín.
El grupo tiene dos grandes figuras en bronce y fundición
de hierro (cada de tres metros y medio) en actitud de golpear
una campana. El cuadrante del reloj tiene dos metros y medio
de diámetro y la campana de bronce y plata pesa dos
toneladas. Marcaba cada hora con campanadas y su mecanismo
tiene un contrapeso de 500 kilos que, por un pozo de aire,
atraviesa el edificio hasta el sótano.
Se
dice que el conjunto está inspirado en el Reloj de
los Moros, instalado en 1496 en Venecia y que un amigo veneciano
de Locatti fue quien le sugirió hacer algo similar
cuando proyectaba el edificio porteño. La prueba de
su funcionamiento fue realizada en Torino, ante el Duque de
Aosta. Lo concreto es que ya lleva 85 años mirando
hacia la avenida Rivadavia.
Claro
que no es el único reloj de estas características
que hay en Buenos Aires. El otro está desde 1992 en
el edificio que la empresa Siemens tiene en Bolívar
y Diagonal Sur. Antes había coronado la sede que esa
firma alemana tenía en la Avenida de Mayo 869. Pero
esa es otra historia.
Por
Eduardo Parise, Clarin 27 de junio de 2011 |