La
zona portuaria había sido declarada bajo la jurisdicción
Municipal por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional fechado
el 16 de junio de 1891, pero recién en enero de 1917
la Comuna inició obras en la zona costera para embellecer
el lugar. En primer lugar se colocaron algunas casillas
provisorias para que los bañistas pudieran cambiarse,
más tarde cobró idea un plan para generar
una serie de obras para transformar el lugar.
El
anteproyecto de Parque y Balneario en los terrenos de la
ribera fue un desafío para la Secretaría de
Obras Públicas. El fin era transformar la costa,
en total estado de abandono, creando un paseo con jardines
que permitiera disfrutar del Río de la Plata. El
plan consistía en construir “una amplia rambla
de diez metros de ancho sobre el Río destinada a
los peatones, y una faja de jardines con locales para diversiones
y descanso, canchas de tenis y fútbol, separada de
la rambla por una cortina de álamos”; esta
propuesta obtuvo la aprobación del Departamento Ejecutivo
en el año 1916.
Con
la intención de satisfacer las necesidades de la
población la Honorable Comisión Municipal
autoriza mediante las Ordenanzas del 24 de abril y 29 de
septiembre de 1917, la ejecución del Espigón
e instalaciones que lo rodean.
La
primera fase del Balneario se planteó sobre una superficie
de 60.000 m2, cuyo proyecto comprendía el espigón
y un murallón con escaleras al río, rematando
en una pérgola semicircular que incluía el
Monumento a Luis Viale a la altura de la avenida Belgrano,
constituyendo una obra de ingeniería original y osada
para la época.
En esta primera etapa se dispusieron amplios jardines con
acacias y tipas y se instalaron farolas y maceteros de bronce
importados de Francia. El balneario contaba con duchas y
380 casillas individuales.
Los
diarios del 11 de septiembre de 1918 describen los sucesos
del día de la inauguración del Balneario y
el primer tramo de la Avenida Tristán Achával
Rodríguez. Hacía un calor sofocante, sin embargo
numerosas familias y vecinos se dieron cita en la ribera
para asistir a tal evento. Diversos vehículos y carruajes
fueron utilizados por las damas que lucían largos
vestidos y elegantes sombreros; un sinnúmero de caballeros
con sus mejores trajes, rancho, bombín o galera,
se dirigieron a las nuevas instalaciones del paseo. Después
del mediodía un fuerte chaparrón cayó
sobre la ciudad aunque esta copiosa lluvia no intimidó
a los entusiasmados
concurrentes que se mantuvieron en su lugar disfrutando
del acontecimiento.
El
acto inaugural se inició a las 6 de la tarde con
la presencia del Intendente Joaquín Llambías,
el Secretario de Obras Públicas, Ingeniero José
Quartino, funcionarios nacionales y locales y Monseñor
Alberti bendijo las instalaciones. La Banda Municipal ejecutó
el Himno Nacional ante la abigarrada concurrencia que siguió
atentamente los festejos.
En las semanas sucesivas una multitud de porteños
se acercó al lugar, convirtiéndose el Balneario
de la Costanera sur en uno de los paseos obligados durante
el verano.
A partir del año 1921 el balneario pasó a
depender de la Municipalidad de Buenos Aires. En 1922 se
iniciaron los trabajos de ampliación de la Costanera
Sur mediante un proyecto urbanístico con gran sentido
estético que fue trazado por los asesores del Intendente
Municipal don Carlos María Noel.
Los
afamados paisajistas Jean Claude Forestier y Carlos León
Thays (hijo) quien fue el Director de Paseos entre 1921-1946,
diseñaron y construyeron los jardines. En las inmediaciones
de la calle Brasil, ya desde 1918 se había emplazado
la famosa Fuente de las Nereidas, obra de la célebre
escultora tucumana Lola Mora, que estaba situada anteriormente
en el Paseo de Julio
(actual Leandro N. Alem) entre la Casa Rosada y el Antiguo
Palacio de Correos.
Finalmente,
en 1924 concurrieron a la inauguración el Presidente
de la República, Marcelo T. de Alvear, el Intendente
Municipal don Carlos María Noel, invitados especiales
y reconocidas personalidades de la época como el
príncipe Humberto de Savoia.
Con
estas obras se extendió el murallón y la avenida
costanera hasta la calle Viamonte, quedando demarcado un
boulevard entre dos avenidas paralelas con sentido norte-sur.
Un
año más tarde, el 7 de septiembre de 1925,
las mismas autoridades inauguraron la Avenida Costanera
Sur, que en su trayecto pasó a denominarse avenida
Nueve de Julio. En 1930, el tramo del boulevard más
próximo al río se denominó Doctor Tristán
Achával Rodríguez y a partir de 1958 modificó
su nombre por Gaspar Melchor de Jovellanos. A partir de
1972 se llamó Avenida España el sector que
conectaba la Avenida Brasil y la Usina Costanera Sur, Avenida
Intendente Carlos M. Noel, el trecho que vinculaba la Avenida
Belgrano y la calle Viamonte. Al habilitarse la actual Avenida
9 de Julio, el antiguo boulevard ribereño pasó
a denominarse Avenida de los Italianos.
El
paseo ofrecía un panorama magnífico: en torno
al espigón, con escalinatas que bajaban hasta el
río, se ubicaron jardines en forma de canteros con
plantas y flores como los de los principales palacios europeos.
Las tipas y acacias plantadas brindaban reparadora sombra
a los paseantes a lo largo de la rambla y la ribera; farolas
y maceteros de bronce con flores que
brindaban un singular colorido al lugar.
En
el Balneario, para comodidad de los bañistas, se
dispusieron duchas y casilleros individuales.
También se diseñaron varias canchas de tenis,
un gimnasio para niños y una cancha de fútbol.
El reglamento, dado por el intendente Carlos M. Noel en
1923, establecía la obligatoriedad del uso de trajes
de baño, de malla (mamelucos) o pantalón y
saco, debiendo encontrarse las prendas en buen estado; estaba
prohibido el uso de calzoncillos comunes o de punto para
los baños; los bañistas debían proveerse
de toalla y sólo podían permanecer media hora
en el agua; también estaba perfectamente delimitada
la zona para el baño de hombres (lado sur) y para
mujeres (lado norte).
A
lo largo de las avenidas ribereñas se fueron instalando
precarias cervecerías y algunos kioscos de precios
módicos donde se podía disfrutar de una comida
y de los espectáculos que se brindaban en los locales
y tablados colocados al aire libre.
En los meses de verano una multitud se acercaba al Balneario,
utilizando el tranvía de Lacroze o las tradicionales
“bañaderas” descapotadas para disfrutar
de las modernas instalaciones.
El paseo se convirtió en el lugar favorito de las
familias que no podían acceder a un veraneo en las
playas atlánticas.
Posteriormente
se levantaron amplios restaurantes y confiterías
donde desfilaban cientos de artistas de variedades que suplantaban
a los viejos tablados que solo eran locales improvisados.
Allí también se celebraron entusiastas carnavales
junto al río. Durante las fiestas patrias, se programaba
el rasante vuelo de palomas con sus alas pintadas de celeste
y blanco.
Diariamente
las cervecerías y confiterías ofrecían
numerosos espectáculos y se invitaba a los paseantes
a ocupar las mesas y sillas metálicas para disfrutar
de una refrescante cerveza acompañada de sandwichs
de miga. Para los niños tenían la naranjina
o leche chocolatada.
La Rambla, la Pilsen, el Nido, la Perla, la Juan de Garay
y Brisas del Plata eran los nombres de algunos de los sitios
donde el paseante podía pasarse horas disfrutando
de los variados espectáculos.
Importantes
personajes del teatro y revistas porteñas debutaron
en ellas. Tales como Pepitito Marrone, Gogó Andreu,
El Chúcaro y la Dolores, Marianito Mores, fueron
los nombres más famosos de la época.
Para
los más osados y con ansias de aventura, estaba el
Parque de diversiones llamado Parque Genovés. Se
calcula que más de 20.000 personas pasaban por allí
cada fin de semana. Era una salida económica y popular,
que podía disfrutar toda la familia.