El
tratado del ABC (Argentina-Brasil-Chile) de mayo de 1915
Según
Carlos Alberto Silva, el argentino Roque Sáenz
Peña fue el propagador de la idea de una entente
argentino-brasileña-chilena, aunque el primer acto
de esta entente fue la creación en Roma de la Academia
de Bellas Artes Latinoamericana, iniciativa del representante
de Chile ante el gobierno de Italia que contó con
el respaldo de los representantes de la Argentina y Brasil.
Por su parte, el profesor Marcelo J. Rimoldi menciona
antecedentes anteriores a los de Silva, y sostiene que
la idea de un tratado entre la Argentina, Brasil y Chile
había sido insinuada por el ministro de relaciones
exteriores del Brasil, Carlos de Carvalho, y expuesta
por el ministro argentino en Brasil, Manuel Gorostiaga,
en 1904. En ese mismo año, el barón de Río
Branco sugirió a Gorostiaga la idea de unificar
por un acuerdo a los tres países. Las declaraciones
efectuadas por Sáenz Peña en 1910, en torno
a la iniciativa chileno-argentino-brasileña de
creación de la academia artística latinoamericana,
aceleraron la constitución de este "bloque".
Pero la oportunidad de concretar este acercamiento recíproco
entre las autoridades de Buenos Aires, Río de Janeiro
y Santiago se dio recién a mediados de 1914, por
la ocasión que ofreció la mediación
conjunta de la Argentina, Brasil y Chile en el conflicto
entre Estados Unidos y México.
Tanto el nuevo presidente argentino, Victorino de la Plaza
(1914-1916), como su canciller, José Luis Murature,
decidieron aprovechar el momento de armonía existente
entre las tres naciones del Cono Sur e iniciaron conversaciones
con las cancillerías de Río de Janeiro y
Santiago de Chile. Como fruto de estas conversaciones
e intercambios de notas, el 25 de mayo de 1915, José
Luis Murature por la Argentina, Lauro Müller por
Brasil, y Alejandro Lira por Chile firmaron en Buenos
Aires el tratado conocido como del ABC, estableciendo
un mecanismo permanente y automático para la solución
de los problemas que pudieran suscitarse entre los firmantes,
en casos no previstos por acuerdos previos.
Comenta Isidoro Ruiz Moreno que este tratado no fue ratificado
por fuertes objeciones internas, dado que al exigir el
número de tres miembros, designados cada uno de
ellos por cada parte firmante, para la conformación
de la comisión permanente, toda divergencia entre
dos de los firmantes del tratado quedaba librada a la
gestión de uno solo. Además, los opositores
internos al pacto manifestaron la necesidad de extenderlo
a otras naciones americanas, a fin de aventar los temores
de que los Estados del ABC afianzaran su hegemonía
en América del Sur y acentuaran el intervencionismo.
El radicalismo se opuso al ABC, llegando a decir que Murature
era un "Zeballos al revés".
A las presiones internas en contra del tratado se añadieron
las externas. Si bien el tratado del ABC no constituyó
en sí mismo un pacto de alianza entre los tres
países del Cono Sur, bien pudo servir de base para
ello, razón por la cual generó temores en
las otras cancillerías americanas y en el gobierno
norteamericano, atento éste ante cualquier posible
amenaza a su política panamericana. Finalmente,
el tratado, si bien aprobado en el Senado, fue rechazado
por la Cámara de Diputados, quedando sin ratificación.
Brasil, por su parte, ratificó el tratado, pero
luego optó por una estrecha colaboración
con Estados Unidos, actitud que se notó claramente
durante la Primera Guerra Mundial. En Chile, el tratado
tampoco alcanzó la aprobación parlamentaria,
por no cumplir con las expectativas trasandinas, dado
que el pacto se limitó a ser sólo un instrumento
para resolver disputas entre sus miembros, cuando la diplomacia
chilena lo había pensado como una herramienta para
que Chile pudiera alcanzar tres objetivos: tener una mayor
presencia regional, revertir su declinación relativa
respecto de los ascendentes poderes argentino y brasileño,
y resolver la cuestión de Tacna y Arica. La corta
política de alianzas ensayada por Chile con sus
poderosos vecinos sudamericanos durante la primera década
del siglo XX se interrumpió pues con el fracaso
del ABC