¿Quién
de los poco más de 6000 habitantes que tenía
la localidad de Maipú en 1916 no había oído
o conocido la historia de doña Lucía Correa
Viana?
Doña Lucía subsistía muy pobremente y
dependía de la caridad ajena, ayudada con la cariñosa
devoción de su hija de setenta años y de ella,
se contaban historias fantásticas...
Se decía que tenía al menos 120 años
de edad, es decir, que había nacido en el lejanísimo
año de 1796... el mismo año en que el legendario
prócer Manuel Belgrano "abogado de los Reales
Consejos y Secretario por su Majestad del Real Consulado de
esta capital" había redactado y leído la
Memoria sobre la agricultura, la industria y el comercio en
la sesión celebrada por la Junta de Gobierno el 15
de julio de aquel mismo año.
La
misma Buenos Aires que albergaba a otra niña de sociedad
pulcramente vestida llamada Mariquita Sánchez de Velasco
y Trillo, aunque diez años mayor y que ambas vivieron
las vicisitudes de las invasiones inglesas que convulsionaron
a la pacífica y "Muy Noble y Muy Leal Ciudad de
la Santísima Trinidad Puerto de Santa María
de Buenos Ayres..."
Apenas 14 años tenía Lucía en aquel tormentoso
mes de mayo cuando "el pueblo quería saber de
que se trata", precisamente, Lucía recordaba aquella
jornada de esta manera, "destemplada y tumultuosa"...
sería cierto que había estado en aquella plaza
frente al Cabildo, mirando alelada las discusiones de elegantes
caballeros de sombreros de copa, de impecables chaquetas y
ceñidos pantalones blancos, inmersos en lustrosas botas
de caña semialtas, protegidos, en aquel lluvioso 25
con inmensas campas largas? también Lucía contemplaba
admirada a aquellas distinguidas damas provistas de voluptuosas
faldas profusamente adornadas con volados, moños, lazos
y encajes... peinetas, en fin, y un sinnúmero de artísticos
artificios y adminículosJuan Manuel de Rosas, el restaurador
de las Leyes,
El combate de San Lorenzo... el éxodo jujeño...
San Martín, la epopeya del cruce de los Andes...
Vivió
Lucía aquella noche del 13 de diciembre de 1828 cuando
-al decir de Lucía Gálvez- "Llegó
a Buenos Aires la temida noticia: «cayó en lo
mataderos como una catástrofe y llegó al barrio
del Tambor con un llanto ruidoso. Estemeció las casas
de abolengo y las tiendas de la calle de la Victoria, los
arcos de la Recova, los viejos ombúes de la Alameda.
Se coloreó de rojo en los ranchos de los pobres, y
en las pulperías puso un temblor en las manos que levantaban
las copas de caña. No hubo quien no recibviera con
dolor la troz noticia: el patricio y el aguatero, el ex cabildante
de Mayo y el compadrito de las orillas, el tendero y el lomillero...
y en todos los ojos y en todas las bocas, y en los frentes
barrocos de las casas, y en los faroles de velas de sebo,
y en los escasos letreros de los comercios, y en los bastiones
del Fuerte, y en todas las cosas, parecían leerse las
palabras fatídicas: «HA SIDO FUSILADO MANUEL
DORREGO!»
Y
los años fueron transcurriendo... los solemnes y majestuosos
lutos por la muerte de Encarnación Ezcurra... cuyas
ceremonias fúnebres como las que Rosas dispuso para
honrar a su fiel compañera no se habían visto
nunca en Buenos Aires, imponiendo el severo "luto federal"...
Urquiza, Caseros y una empavorecida Buenos Aires...
Y
del frú-frú del miriñaque y del diestro
aleteo de artísticos abanicos que disimulan indiscretas
miradas o susurros, la charla y la música de los salones...
pantalones de paño azul, chaquetas al tono y chalecos
de seda, levita, frac y jacquet para el minué, la mazurka,
los valses... y la historia tejiendo su compleja trama...
ajustadísimos corsets, sobreritos hongo, tocas y turbantes
de terciopelo o fieltro con guarniciones de plumas de avestruz
atrás o al costado; Velos y tules, pieles y estolas
"echadas al azar sobre los hombros o con la parte de
atrás sobre el pecho y las puntas colgadas sobre la
espalda" de martas, skuuks y chinchillas; sedas, felpas
y finísimas gasas y tules lisos o recamados; y con
las faldas cortas: La llegada del charol y el "taco alto
"Centenario" la novedad del momento, "negros,
como en 1830"; túnicas y vestidos de muer, shantung,
bienzo de hilo, cachemir, cheviot, sedas orladas con perlas...
De
los pintorescos y modestos globos aerostáticos que
levantaban vuelo en los fastos de aquellas fiestas mayas a
máquinas volantes que transportaban personas y objetos
más pesados que el aire!, y otras máquinas con
cuatro ruedas que, además del portentoso y hercúleo
ferrocarril podían manejarse con el auxilio de un solo
hombre maniobrando algo llamado volante! y prodigios como
extraños aparatos con los cuales los hombres podían
escucharse a distancias siderales!
¡Cuanto había cambiado el mundo! y cuanto había
cambiado Buenos Aires! una Buenos Aires que ya doña
Lucía ni reconocía, y en la que los nietos de
sus contemporáneos habían ya muerto ancianos...
Chocheces
de vieja? cuentos, fábulas, historias escuchadas de
oídas? solo podrían corrobarlo aquellas personas
que escucharon sus historias personalmente y que podrían
haber corroborado aquellos testimonios... sea como fuere,
haya sido testigo directo o de oídos, habría
sido fascinante haber estado frente a semejante reliquia del
pasado para deleitarnos con las anécdotas, costumbres
y narraciones de todo el tumultuoso despertar y andar de la
patria naciente, y de ver levantar en la faz de la tierra,
a una nueva gloriosa nación... |